El abuso de los antibióticos, y hasta su mero uso reglamentario en los hospitales, están generando una epidemia de bacterias resistentes a esos mismos fármacos vitales. La Big pharma se emplea a fondo para desarrollar nuevos antibióticos que maten a las bacterias resistentes a todos los anteriores, pero esa es una carrera muy difícil de ganar, porque la naturaleza no solo es más sabia, sino también más rápida que los farmacólogos. Una idea rompedora se abre camino: utilizar fagos (virus bacteriófagos, o que atacan a las bacterias) contra los microbios que han aprendido a chulear a nuestros fármacos. Si no puedes vencer al enemigo…
El abuso de los antibióticos, y hasta su mero uso reglamentario en los hospitales, están generando una epidemia de bacterias resistentes a esos mismos fármacos vitales. La Big pharma se emplea a fondo para desarrollar nuevos antibióticos que maten a las bacterias resistentes a todos los anteriores, pero esa es una carrera muy difícil de ganar, porque la naturaleza no solo es más sabia, sino también más rápida que los farmacólogos. Una idea rompedora se abre camino: utilizar fagos (virus bacteriófagos, o que atacan a las bacterias) contra los microbios que han aprendido a chulear a nuestros fármacos. Si no puedes vencer al enemigo…
La idea de usar fagos contra las bacterias no es exactamente una novedad. La firma GangaGen, fundada por el científico indio Janakiraman Ramachandran, lleva más de una década investigando en fagos con objetivos médicos (http://www.gangagen.com/phage.html). Aunque la firma tiene la sede en California, su nombre hacer referencia al río Ganges de la India natal de Ramachandran, donde resulta obvio que las bacterias abundan, pero también los virus que las infectan. Ley de vida. Los fagos, en realidad, son las estrellas absolutas de la vida en la Tierra, y su gran reservorio de variedad –y variabilidad— genética.
Incluso el descubridor de los fagos, el médico y microbiólogo canadiense Félix d’Herelle (1873-1949), ya reparó en los albores del siglo XX en la gran promesa antibacteriana que suponían los virus que acababa de descubrir. No llegó a tener éxito, pero tampoco a fracasar: fue solo la penicilina del doctor Fleming, tan accesible y eficaz, la que mandó la línea de investigación de D’Herelle al cajón de los vagos recuerdos. Hasta ahora que la penicilina y su estirpe farmacológica están empezando a patinar, o al menos a pedir refuerzos.
Qimron y sus colegas israelíes han utilizado uno de los virus bacteriófagos más estudiados del siglo XX, el fago lambda, a cuyo cóctel endemoniado de complejidad genética, éxito biológico y miniaturización física –auténtica nanotecnología natural— se debe enfrentar todo estudiante de ciencias de la vida de este planeta. Lambda, con unos 50 genes, es un especialista en infectar a la bacteria más común de nuestro intestino, Escherichia coli, y ha sido un fiel aliado de los biólogos moleculares desde hace medio siglo.
http://elpais.com/elpais/2015/05/18/ciencia/1431964652_805429.html
El abuso de los antibióticos, y hasta su mero uso reglamentario en los hospitales, están generando una epidemia de bacterias resistentes a esos mismos fármacos vitales. La Big pharma se emplea a fondo para desarrollar nuevos antibióticos que maten a las bacterias resistentes a todos los anteriores, pero esa es una carrera muy difícil de ganar, porque la naturaleza no solo es más sabia, sino también más rápida que los farmacólogos. Una idea rompedora se abre camino: utilizar fagos (virus bacteriófagos, o que atacan a las bacterias) contra los microbios que han aprendido a chulear a nuestros fármacos. Si no puedes vencer al enemigo…
La idea de usar fagos contra las bacterias no es exactamente una novedad. La firma GangaGen, fundada por el científico indio Janakiraman Ramachandran, lleva más de una década investigando en fagos con objetivos médicos (http://www.gangagen.com/phage.html). Aunque la firma tiene la sede en California, su nombre hacer referencia al río Ganges de la India natal de Ramachandran, donde resulta obvio que las bacterias abundan, pero también los virus que las infectan. Ley de vida. Los fagos, en realidad, son las estrellas absolutas de la vida en la Tierra, y su gran reservorio de variedad –y variabilidad— genética.
Incluso el descubridor de los fagos, el médico y microbiólogo canadiense Félix d’Herelle (1873-1949), ya reparó en los albores del siglo XX en la gran promesa antibacteriana que suponían los virus que acababa de descubrir. No llegó a tener éxito, pero tampoco a fracasar: fue solo la penicilina del doctor Fleming, tan accesible y eficaz, la que mandó la línea de investigación de D’Herelle al cajón de los vagos recuerdos. Hasta ahora que la penicilina y su estirpe farmacológica están empezando a patinar, o al menos a pedir refuerzos.
Qimron y sus colegas israelíes han utilizado uno de los virus bacteriófagos más estudiados del siglo XX, el fago lambda, a cuyo cóctel endemoniado de complejidad genética, éxito biológico y miniaturización física –auténtica nanotecnología natural— se debe enfrentar todo estudiante de ciencias de la vida de este planeta. Lambda, con unos 50 genes, es un especialista en infectar a la bacteria más común de nuestro intestino, Escherichia coli, y ha sido un fiel aliado de los biólogos moleculares desde hace medio siglo.
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