
Un sencillo test genético predice la metástasis.
La bacteria Escherichia coli es un ser vivo sencillo abunda en el intestino de aves y mamíferos, y por ello también en sus heces, normalmente, sin provocar mayores problemas. Pero tras manipular convenientemente su genoma en el laboratorio es capaz de abandonar su papel y asumir funciones complejas reservadas a sofisticados equipos de diagnóstico por imagen como la identificación de metástasis en el hígado de ratones. Si hay un tumor, el microorganismo lo señala con la coloración de la orina. Han convertido las bacterias en bactodoctores, resume el especialista en biología sintética de la Universitat de València Manuel Porcar.