Un organismo modificado genéticamente consiste en: a un ser vivo al que le añadimos o quitamos un pedazo de ADN. Este pedazo suele estar encargado de una función (normalmente producir algo). La modificación genética es la base de la gran mayoría de cosas con las que convivimos: desde el pan que comemos, cuyas enzimas añadidas son obtenidas de OGMs a cualquier elemento de la nutrición. Por supuesto, también en la industria farmacéutica y química. Imaginad una planta de la que sacamos un compuesto antibiótico. Este compuesto se sintetiza gracias a una parte del ADN de la planta. Ahora, sacamos ese pedazo de ADN, el gen, y se lo introducimos a un microorganismo. Esto facilita muchísimo las cosas ya que mantener un tanque con estos microorganismos es mucho más sencillo que cuidar las plantas que producían el compuesto.
Además, sintetizan el producto en una cantidad muchísimo mayor que la propia planta, ya que carece de los controles de regulación ya que el gen no es suyo.
Además, sintetizan el producto en una cantidad muchísimo mayor que la propia planta, ya que carece de los controles de regulación ya que el gen no es suyo.
Y por si todo esto fuera poco, la pureza del producto suele ser mucho mayor ya que es más fácil refinar el producto así. Pero no todo es coser y cantar. Hasta ahora hemos hablado de productos naturales, que se dan en plantas, por ejemplo. Como los opiáceos, por ejemplo, la base de una increíble cantidad de drogas. Tampoco es algo tan sencillo. La producción natural de opiáceos, obtenidos a partir de la planta del opio hasta el momento, necesita de varios pasos bioquímicos en un microorganismo. Tras muchos años de investigación, un grupo de científicos ha conseguido trazar los últimos pasos de la ruta. En concreto, formar reticulina a partir de tirosina. La reticulina es el punto de partida de otro camino por el cual un microorganismo puede llegar a sintetizar opiáceos fácilmente. Lo único que falta es unir todas las piezas del puzzle, con la mezcla adecuada de organismos o con ingeniería genética y tendremos nuestra propia fábrica casera de hacer drogas con ingeniería genética.
Diseñar un organismo modificado genéticamente es algo bastante complicado. Pero una vez que tienes el organismo (o los organismos), cultivarlos y usarlos es muy sencillo. De hecho es tan sencillo como cultivar levadura de pan o cerveza ya que se tratan de estos mismos. Sí, por supuesto. Saccharomyces cerevisiae es la levadura, un hongo, que usamos para fabricar pan y cerveza. Y además es también el organismo que modificamos normalmente para que haga lo que nosotros queremos. Esto es así porque es fácil de mantener, muy productivo y su genoma es "sencillo". Así que en una bañera como bioreactor podríamos tener nuestra propia fábrica de opiáceos particular. Solo haría falta conseguir esta mezcla de levaduras especiales. Esto implica varias cuestiones de seguridad importantes.
En principio, el diseño de estos organismos está pensado para usarse solo en laboratorios, con intenciones puramente médicas: abaratar costes y producir medicamentos más asequibles para todo el mundo. ¿Qué pasa si se escapa una muestra del laboratorio? Las levaduras pueden aguantar muchísimo. Una vez que el organismo saliera, con un poco de atención, sería casi imposible erradicar su uso por una mano no especializada. Esto es un peligro para la salud pública, obviamente. No solo por la propia producción de drogas, sino por la manipulación y el refinado del producto.
Diseñar drogas con ingeniería genética es fácil, pero hay que saber hacerlo y tener la maquinaria y los conocimientos adecuados para hacerlo bien. Pero volviendo al lado positivo, este es un ejemplo más del poder de la ingeniería genética, la cual parece no tener fin. Gracias a este tipo de descubrimientos podremos tener una medicina más cercana y barata para todas las personas. Aunque claro, todo depende de cómo queramos usar nuestros conocimientos.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/05/18/ciencia/1431960749_136844.html
bueno informatrivo
ResponderEliminar