jueves, 4 de diciembre de 2014

VUELVE EL HOBBIT

El hobbit de Flores ha sido probablemente el descubrimiento con más impacto social de los últimos diez años.
El Homo floresiensis, presentado en Nature hace casi exactamente 10 años, era una especie humana para echarla de comer aparte:
        -un metro de estatura
        -la capacidad craneal de un australopiteco
y lo bastante inteligente como para haber llegado navegando a la isla de Flores, en Indonesia, y a fabricar unas herramientas dignas de un homínido que le duplicara el cráneo.
Esta fue la bomba paleontológica que aterrizó en marzo de 2004 en la mesa del despacho de Henry Gee, uno de los editores principales de la revista Nature.
El hombre de Flores tiene rasgos modernos, como las características de su cráneo que llevaron a incluirle en el género Homo, pero están mezclados con rasgos muy antiguos.
Sus piernas cortas (en relación a su tamaño), su mandíbula reforzada, su cadera acampanada y, sus pies, que tenían el pulgar casi perpendicular a los demás dedos, parecen atavismos del australopiteco, el género homínido que se extinguió hace más de dos millones de años sin haber salido nunca de África.
La opinión mayoritaria en la actualidad es que el cerebro del hobbit no se miniaturizó en Flores a partir de un Homo erectus, sino que ya era pequeño cuando llegó allí: tan pequeño como el del australopiteco del que provenía. Y que sus rasgos modernos son un caso de evolución convergente con el Homo sapiens, un tipo de modernización que se ha producido dos veces en la historia del planeta.
Así está el tema diez años después. Y así seguirá, probablemente, mientras no aparezcan más cráneos, o una especie de Atapuerca indonesia que arroje luz sobre los mecanismos evolutivos que nos han creado.


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