Los neandertales crecían y maduraban más deprisa que los humanos modernos.
La infancia humana es mucho más larga que la de los
chimpancés, nuestros parientes evolutivos actuales más cercanos. Un equipo de
especialistas de varios países ha logrado deducir la velocidad de maduración en
los neandertales.
La Investigación la han dirigido especialistas de la
Universidad de Harvard, el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y el
ESRF (Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón). La biología evolutiva ha
demostrado que los cambios pequeños durante el desarrollo inicial pueden dar
lugar a diferencias que desemboquen en la formación de nuevas especies. Estos
cambios pueden tomar la forma de modificaciones en la secuencia genética o en
la cronología de pasos en el desarrollo del individuo desde que es engendrado.
Por lo tanto, conocer a fondo las transformaciones durante el desarrollo es
crucial para reconstruir la historia evolutiva. Los antropólogos han
documentado muchas diferencias en las características de los adultos entre
especies estrechamente relacionadas, tales como el ser humano y el chimpancé.
El resultado de combinar los datos genómicos y los proporcionados por las
evidencias fósiles indica que estos dos linajes se dividieron hace entre seis y
siete millones de años atrás, y desde entonces han ido evolucionando por
separado. Sin embargo, se sabe mucho menos sobre los cambios que dieron lugar a
los linajes separados, cómo surgieron y cuándo ocurrieron.
Uno de estos cambios poco conocidos se refiere a la actividad reproductiva, la gestación y el periodo de crecimiento y maduración del individuo. En comparación con los seres humanos, la vida de los primates no humanos se caracteriza por un período de gestación más corto, una maduración postnatal más rápida, una edad menor para la primera reproducción, un período post-reproductivo más corto y una longevidad menor en general. Por ejemplo, los chimpancés alcanzan la madurez reproductiva varios años antes que los humanos, teniendo su primer hijo a los 13 años, en contraste con el promedio de 19 en los humanos.
Podría parecer que el ciclo de vida típico del individuo de una especie es invisible en el registro fósil, pero resulta que muchas de sus variables están muy correlacionadas con el desarrollo dental. En ese sentido, los dientes son una "caja negra" de gran importancia, reflejando el crecimiento del individuo de un modo comparable a cómo los anillos de crecimiento en los árboles revelan su cronología biológica básica. Aún más notable es el hecho de que nuestros primeros molares contienen un pequeño "certificado de nacimiento", y eso permite calcular con bastante exactitud cuántos años tenía un menor de edad en el momento de su muerte, tal como subraya Tanya Smith, investigadora de la Universidad de Harvard y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
Un hallazgo notable de este nuevo estudio de cinco años, es que el crecimiento de los primeros dientes en los neandertales era significativamente más rápido que en los miembros de nuestra especie, incluidos algunos de los grupos más antiguos de seres humanos modernos que partieron de África hace entre 90.000 y 100.000 años. El patrón neandertal parece ser un punto intermedio entre el de los primeros miembros de nuestro género (por ejemplo, el Homo erectus) y el de los humanos de hoy en día, lo que sugiere que la lentitud en la maduración del individuo y una infancia larga son características exclusivas de nuestra especie. Este largo período de maduración puede facilitar más el aprendizaje, así como promover el desarrollo de una capacidad cognitiva más potente, todo lo cual posiblemente dio a los primeros Homo sapiens una ventaja competitiva frente a los neandertales de su misma época.
Uno de estos cambios poco conocidos se refiere a la actividad reproductiva, la gestación y el periodo de crecimiento y maduración del individuo. En comparación con los seres humanos, la vida de los primates no humanos se caracteriza por un período de gestación más corto, una maduración postnatal más rápida, una edad menor para la primera reproducción, un período post-reproductivo más corto y una longevidad menor en general. Por ejemplo, los chimpancés alcanzan la madurez reproductiva varios años antes que los humanos, teniendo su primer hijo a los 13 años, en contraste con el promedio de 19 en los humanos.
Podría parecer que el ciclo de vida típico del individuo de una especie es invisible en el registro fósil, pero resulta que muchas de sus variables están muy correlacionadas con el desarrollo dental. En ese sentido, los dientes son una "caja negra" de gran importancia, reflejando el crecimiento del individuo de un modo comparable a cómo los anillos de crecimiento en los árboles revelan su cronología biológica básica. Aún más notable es el hecho de que nuestros primeros molares contienen un pequeño "certificado de nacimiento", y eso permite calcular con bastante exactitud cuántos años tenía un menor de edad en el momento de su muerte, tal como subraya Tanya Smith, investigadora de la Universidad de Harvard y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
Un hallazgo notable de este nuevo estudio de cinco años, es que el crecimiento de los primeros dientes en los neandertales era significativamente más rápido que en los miembros de nuestra especie, incluidos algunos de los grupos más antiguos de seres humanos modernos que partieron de África hace entre 90.000 y 100.000 años. El patrón neandertal parece ser un punto intermedio entre el de los primeros miembros de nuestro género (por ejemplo, el Homo erectus) y el de los humanos de hoy en día, lo que sugiere que la lentitud en la maduración del individuo y una infancia larga son características exclusivas de nuestra especie. Este largo período de maduración puede facilitar más el aprendizaje, así como promover el desarrollo de una capacidad cognitiva más potente, todo lo cual posiblemente dio a los primeros Homo sapiens una ventaja competitiva frente a los neandertales de su misma época.
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