Al descubrir que la composición de la Luna
era la misma que la de la superficie terrestre se supuso que su origen tenía
que venir de la propia Tierra. Un cuerpo tan grande en relación a nuestro
planeta difícilmente podía haber sido capturado ni tampoco era probable que se
hubiese formado junto a la Tierra. Así, la mejor explicación de la formación de
la Luna es que ésta se originó a partir de los pedazos que quedaron tras una
cataclísmica colisión con un protoplaneta del
tamaño de Marte en los
albores del sistema solar (hipótesis del
gran impacto). Esta teoría también explica la gran inclinación
axial del eje de rotación terrestre
que habría sido provocada por el impacto.
La
enorme energía suministrada por el choque fundió la corteza terrestre al
completo y arrojó gran cantidad de restos incandescentes al espacio. Con el
tiempo, se formó un anillo de roca alrededor de nuestro planeta hasta que, por acreción, se formó la Luna. Su órbita inicial era mucho más
cercana que la actual y el día terrestre era mucho más corto ya que la Tierra
rotaba más deprisa. Durante cientos de millones de años, la Luna ha estado
alejándose lentamente de la Tierra, a la vez que ha disminuido la velocidad de
rotación terrestre debido a la transferencia de momento angular que
se da entre los dos astros. Este proceso de alejamiento continúa actualmente a
razón de 38 mm por año.
Tras
su formación, la Luna experimentó un periodo cataclísmico, datado en torno a
hace 3800-4000 millones de años, en el que la Luna y los otros cuerpos del Sistema
Solar interior sufrieron violentos impactos de grandes asteroides. Este
período, conocido como bombardeo
intenso tardío, formó la mayor parte de los cráteres observados en
la Luna, así como en Mercurio. El análisis de la superficie de
la Luna arroja importantes datos sobre este periodo final en la formación del
Sistema solar. Posteriormente se produjo una época de vulcanismo consistente en
la emisión de grandes cantidades de lava,
que llenaron las mayores cuencas de impacto formando los mares lunares y que
acabó hace 3.000 millones de años. Desde entonces, poco más ha acaecido en la
superficie lunar que la formación de nuevos cráteres debido al impacto de
asteroides.
Recientemente,
sin embargo, los datos enviados por la sonda japonesa SELENE han mostrado que dicho vulcanismo ha
durado más de lo que se pensaba, habiendo acabado en la cara oculta hace 2500
millones de años.
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