martes, 22 de noviembre de 2011


Detectan un posible gran lago de agua líquida en el satélite Europa
En lo que constituye un hito dentro de la búsqueda de vida fuera de la Tierra, se ha descubierto bajo la gruesa corteza de hielo de una luna de Júpiter lo que, según todos los indicios, parece ser una gran masa de agua líquida, con un volumen parecido al de los Grandes Lagos de América del Norte.

Este gran lago subglacial podría representar un hábitat potencial para formas de vida alienígenas, y muchos más lagos como éste podrían existir en otras zonas del satélite, a no demasiada profundidad bajo el hielo, tal como indica la geofísica Britney Schmidt, del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin, e integrante del equipo de investigación que ha hecho el hallazgo.
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Otra característica que incrementa aún más el potencial de este lago como hábitat es que no está aislado por completo del exterior. El hielo que lo resguarda está distribuido en plataformas flotantes que están sujetas a procesos de fractura. Esto proporciona una vía para la transferencia de nutrientes entre la superficie y el interior del satélite, en el que se cree que, además de lagos, existe un vasto océano.

Aunque una corteza de hielo es útil para resguardar el agua líquida que repose bajo ella, si la aísla demasiado puede impedir la debida circulación de nutrientes y energía. Por eso, parte de la comunidad científica era un tanto reacia a considerar factible el potencial de esa luna para la vida. Con el nuevo hallazgo, las cosas cambian. Lo descubierto indica que aunque la corteza de hielo es gruesa, permite un proceso de circulación y mezcla lo bastante vigoroso como para dotar de nutrientes al océano y los lagos subglaciales. En definitiva, las posibilidades de vida en Europa son mayores de lo que se pensaba hasta ahora.

El equipo de Schmidt llevó a cabo un análisis detallado de datos, concentrándose en ciertas imágenes captadas por la sonda espacial Galileo, que muestran dos estructuras con desniveles y un tanto redondeadas, en un punto de la superficie de Europa. Basándose en los efectos de procesos similares observados en la Tierra (concretamente en plataformas de hielo y bajo glaciares que cubren volcanes), los investigadores desarrollaron un modelo de cuatro fases para explicar cómo se forman esos llamativos terrenos en la superficie del satélite. El modelo ha permitido resolver las aparentes contradicciones de observaciones previas, que indicaban a veces que la corteza de hielo es gruesa y en otras ocasiones sugerían que es delgada.
Los científicos están seguros de que su modelo es correcto, ya que todo lo observado hasta ahora, tanto en Europa como en la Tierra, concuerda con el mismo. De todas maneras, debido a que esos lagos deben estar a una profundidad de varios kilómetros bajo la superficie, la comprobación definitiva de su existencia será el sondeo in situ, mediante radares especiales y quizá una perforación, en una misión que envíe un vehículo de aterrizaje al astro. Una misión de esta clase se considera de alta prioridad en la comunidad científica, y de hecho ya está siendo estudiada por la NASA. En la Tierra, los radares especialmente preparados para detectar desde la superficie los rasgos principales de estructuras sepultadas a varios kilómetros bajo el hielo han dado buen resultado, por lo que podrían ser una opción factible y fiable para explorar de manera preliminar los secretos que esconde esa luna de Júpiter en su interior.

En la investigación también han trabajado Don Blankenship, del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin, Wes Patterson del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, y Paul Schenk del Instituto Lunar y Planetario en Houston.



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