La magnitud de los cambios climáticos naturales durante el pasado lejano de la Tierra sugiere que las futuras temperaturas puedan subir mucho más de lo calculado si la humanidad mantiene el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, según las conclusiones a las que se ha llegado tras un nuevo análisis.
Basándose en observaciones recientes, el análisis realizado por Jeffrey Kiehl, científico del Centro Nacional estadounidense para la Investigación Atmosférica (NCAR, por sus siglas en inglés), examina la relación entre las temperaturas globales y los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera hace decenas de millones de años. Los resultados son una advertencia de que, si las emisiones de CO2 continúan al ritmo actual hasta finales de este siglo, las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero alcanzarán niveles que existieron por última vez hace entre 30 y 100 millones de años aproximadamente, cuando las temperaturas globales promedio eran 16 grados centígrados más altas que las de la historia humana previa a la Era Industrial.
Kiehl argumenta que las temperaturas globales pueden subir gradualmente durante los próximos siglos o milenios en respuesta al dióxido de carbono. Los elevados niveles de este gas de efecto invernadero pueden permanecer en la atmósfera a lo largo de decenas de miles de años, según estudios recientes de modelación digital de procesos geoquímicos, examinados para el nuevo análisis.
El análisis también indica que el sistema climático del planeta, para largos períodos de tiempo, puede ser por lo menos el doble de sensible al dióxido de carbono que lo pronosticado actualmente en los modelos digitales que por regla general se han centrado en las tendencias al calentamiento a corto plazo. Esto se debe sobre todo a que incluso los modelos digitales más sofisticados no han podido todavía incorporar otros procesos críticos, como el derretimiento neto de las capas de hielo y los glaciares, procesos que pueden tardar siglos o milenios en desarrollarse y que amplifican los efectos iniciales del calentamiento inducido por el dióxido de carbono, o la pérdida de grandes zonas de bosque, factores ambos que además cambian el albedo y el balance de radiación en nuestro planeta.
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