La espectacular belleza de las pinturas rupestres de la cueva de Altamirapodría dejar de existir si se reabre a las visitas turísticas. Pese al cuidado que pudieran tener sus visitantes, cabellos que se caen, descamaciones de la piel, incluso la respiración y el mero movimiento de un lugar a otro serían fatales para esas figuras que, desde hace 15.000 años, se cobijan en un escondido enclave del municipio de Santillana del Mar, en Cantabria. Lo mejor: que continúen cerradas, como están desde 2002.
Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo de científicos españoles, que publican sus resultados en la revista 'Science' esta semana. De momento, las autoridades no responden y remiten a la próxima reunión del Patronato de Altamira, que se reunirá a mediados de noviembre, pero el informe es muy claro respecto a la 'posible reapertura en el futuro' que se planteó el año pasado.
Los investigadores, después de un estudio que ha durado 15 años, han demostrado que el ser humano, con su mera presencia, altera la temperatura, la humedad e incluso los niveles de dióxido de carbono. También han observado que desde 2002 la situación ha mejorado bastante, aunque aún hay problemas.
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