El Telescopio Hubble de la NASA ha recogio el débil resplandor fantasmal de estrellas expulsadas de viejas galaxias, gravitacionalmente destrozadas hace miles de millones de años. Este caos se desencadenó a 4.000 millones de años-luz de distancia, en el interior de una inmensa colección de cerca de 500 galaxias apodada «Cúmulo de Pandora», también conocido como Abell 2744.
Las galaxias condenadas habrían sido retiradas aparte como chicle si se desplomaron por el centro de un cúmulo de galaxias, donde las fuerzas de marea gravitacionales son más fuertes. Los astrónomos han planteado la hipótesis de que la luz de las estrellas dispersas debe ser detectable después de que tales galaxias queden desmotadas. Sin embargo, el resplandor es muy débil y por lo tanto era un desafío identificarlo. «Los datos del Hubble que revelan la luz fantasma son pasos importantes hacia adelante en la comprensión de la evolución de los cúmulos de galaxias», dijo Ignacio Trujillo, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). «También es increíblemente hermoso que encontramos el brillo delator mediante la utilización de las capacidades únicas del Hubble.»
El equipo estima que la luz combinada de cerca de 200.000 millones de estrellas vagabundas aporta aproximadamente el 10 % de la luminosidad del cúmulo. «Los resultados están en buen acuerdo con lo que se ha predicho que suceda dentro de los cúmulos de galaxias masivas», dijo Mireia Montes, también del IAC, autora principal del artículo publicado en Astrophysical Journal.
Debido a que estas estrellas extremadamente débiles son más brillante en longitudes de onda del infrarrojo cercano de la luz, el equipo destacó que este tipo de observación solo podría llevarse a cabo con sensibilidad infrarroja del Hubble a la luz extraordinariamente tenue. Mediciones del Hubble determinan que las estrellas fantasmas son ricas en elementos más pesados como el oxígeno, el carbono y el nitrógeno. Esto significa que las estrellas dispersas deben ser estrellas de segunda o tercera generación enriquecidas con los elementos forjados en los corazones de las estrellas de la primera generación del universo. Las galaxias espirales -como las que se cree que han sido destruídas- pueden sostener la formación estelar creando estrellas químicamente enriquecidas.
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