Gracias a sus tejidos biológicos y a su concepción autónoma,
el corazón resuelve, de acuerdo con sus creadores, los principales problemas a
los que se enfrentan las prótesis cardiacas artificiales. Los tejidos biológicios reducen el riesgo de rechazo. El corazón artificial imita a la perfección el
funcionamiento de un órgano natural, adaptando de forma autónoma su ritmo a la
actividad del portador sin un control externo.
Un equipo médico francés ha trasplantado por primera vez un
corazón artificial elaborado a partir de tejidos biológicos, que reduce el
riesgo de rechazo y funciona de forma autónoma, informó la empresa que ha
concebido la prótesis.
La operación se practicó con éxito el pasado miércoles en el
hospital Georges Pompidou de París y fue llevada a cabo en el marco de un
"ensayo clínico", indicó la empresa Carmat en un comunicado.
El corazón implantado, explicó, genera una circulación sanguínea
de forma autónoma a nivel fisiológico.
Actualmente el paciente se encuentra, bajo vigilancia, en
reanimación, despierto y se comunica con su familia, según la nota.
El director general de la empresa, Marcello Conviti, pidió
prudencia sobre los resultados de este primer implante porque "sería
prematuro sacar conclusiones cuando se trata de un único trasplante" y
porque el periodo postoperatorio es todavía muy corto".
Carmat presentó hace cuatro años esta revolucionaria
prótesis como una solución a "decenas de miles" de pacientes con
insuficiencias cardiacas y que no tenían acceso a un donante natural.
Pero hasta septiembre pasado la empresa no tuvo el permiso
de las autoridades sanitarias francesas para proceder al primer implante en un
ser humano.
Carmat confía en que el corazón artificial que ha
desarrollado imite a la perfección el funcionamiento de un órgano natural,
adaptando de forma autónoma su ritmo a la actividad del portador sin necesidad
de un control externo.
La prótesis está desarrollada a partir de los componentes, a
menudo de origen animal, de las válvulas cardiacas concebidas por el profesor
Alain Carpentier, cofundador de Carmat.
Gracias a sus tejidos biológicos y a su concepción autónoma,
el corazón resuelve, de acuerdo con sus creadores, los principales problemas a
los que se enfrentan las prótesis cardiacas artificiales.
Al contacto con materiales artificiales, la sangre crea
coágulos de sangre que multiplican los riesgos de accidentes cardiovasculares.
"Los materiales biológicos utilizados en este corazón
son biocompatibles, lo que limita los riesgos de coagulación", señaló
Carpentier durante la presentación de la prótesis en 2008.
El corazón está dotado de sensores electrónicos y de un
complejo sistema electromecánico que detecta la posición en la que se encuentra
el paciente -de pie, sentado o tumbado- además de la presión venosa y arterial
ligada a su actividad, por lo que adapta la frecuencia cardiaca y el fluido a
las diferentes situaciones.
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