Hace poco, la ingeniería de
tejidos pertenecía a la ciencia-ficción. Pero como ha
ocurrido en otros ámbitos de este fértil campo de la creatividad, las quimeras
imaginadas están cada vez más cerca de convertirse en realidad. Eso es
justamente lo que está ocurriendo con la ingeniería de tejidos. Una
investigación permite un
salto importante: la posibilidad de utilizar embriones de animales como
incubadora para crear tejidos humanos.
De momento
es un salto importante a escala de investigación básica, pero dada la velocidad puede que sus aplicaciones prácticas no
estén tan lejos. Hemos
pasado de averiguar los complejos mecanismos del desarrollo de una célula
embrionaria, a manipularla de tal modo que podemos aspirar a crear tejidos y
órganos completos. Algunos de sus frutos forman ya parte del reino de lo real.
Se ha creado piel y cartílago, pequeñas arterias y vejigas artificiales que ya
pueden utilizarse en la práctica clínica y hasta ha sido posible implantar una
tráquea completa a una paciente.
También se
ha conseguido que un ratón desarrollara como una parte más de su propio
organismo tejido hepático humano, el cual podría ser utilizado en el futuro como
banco de pruebas de medicamentos.
Pero el
objetivo final, la quimera deseada, es poder fabricar un órgano completo,
funcional y seguro, que sea trasplantable a un enfermo. El principal es el de lograr un soporte
adecuado, sin que haya demasiados problemas éticos, en el que hacer crecer esos
órganos.
En la investigación se ha demostrado que si se implanta en un embrión de animal, en este caso
un ratón, un tipo de células madre en el momento adecuado, las células humanas
se incorporan a un proceso de diferenciación del embrión huésped y se
desarrollan hasta convertirse en el tejido deseado.
El avance
añade una nueva posibilidad a las dos que hasta ahora había para el cultivo de
tejidos: la reprogramación celular y el uso de embriones humanos inviables.
Fuente de información: www.elpais.com
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