El pasado 23 de abril, el satélite Swift, de la NASA, detectó la mayor, más caliente y más larga secuencia de llamaradas estelares jamás vistas hasta el momento en una enana roja de nuestro vecindario. El estallido inicial de la serie fue más de 10.000 veces más potente que la mayor llamarada solar nunca registrada.
En su pico, la llamarada alcanzó más de 200 millones de grados, más de doce veces la temperatura que reina en el núcleo del Sol.
Esta "superllamarada" se produjo en una de nuestras estrellas vecinas, a unos 60 años luz de distancia. Las dos estrellas del
sistema son enanas rojas, con masas y tamaños tres veces menores que las
de nuestro Sol.
Ambos astros orbitan uno alrededor del otro a una
distancia que multiplica por tres la distancia media entre la Tierra y
el Sol (que es de 150 millones de km.).
La mayoría de las estrellas que se encuentran a menos de
100 años luz del Sistema Solar son de mediana edad. Pero cerca de un
millar de jóvenes enanas rojas nacidas en otros lugares más lejanos vaga
también a la deriva por esta región, dando a los astrónomos la
oportunidad de estudiar con detalle la intensa actividad típica de las
estrellas más jóvenes.
Todas las estrellas emiten llamaradas por las mismas
razones que lo hace el Sol. Alrededor de las zonas más activas de la
atmósfera estelar, los campos magnéticos se retuercen y distorsionan. Y
al hacerlo, van acumulando energía de forma similar a como lo haría una
banda elástica de goma que estuviéramos estirando y retorciendo. En
ocasiones, un proceso llamado "reconexión magnética" desestabiliza los
campos, lo cual se traduce en una súbita liberación explosiva de toda la
energía acumulada previamente. Las llamaradas emiten una intensa
radiación a lo largo de todo el espectro electromagnético, desde las
ondas de radio a la luz visible, ultravioleta o de rayos X.
El súbito
aumento de emisiones de rayos X causado por la super llamarada
activó las alarmas del instrumento BAT (Burst Alert Telescope) del
satélite Swift, que en apenas unos segundos calculó la posición del
suceso y decidió, de forma automática, que el evento merecía ser
analizado por el resto de instrumentos. Así que el satélite se orientó
de inmediato para observar el fenómeno con todo detalle y, al mismo
tiempo, informó a los astrónomos de todo el mundo de que se estaba
produciendo una llamarada de enormes proporciones.
Las mayores llamaradas solares se clasifican en la
categoría X. La mayor llamarada que nunca se a visto en nuestro Sol ocurrió en noviembre de 2003 y alcanzó una intensidad
de X 45. Si miráramos esta llamarada desde la misma distancia
que hay desde la Tierra al Sol, habría sido de una intensidad X
100.000.
¿Pero cómo puede una estrella que es un tercio del Sol producir erupciones tan gigantescas? El factor clave es su rápida rotación, un
ingrediente esencial para la amplificación de los campos magnéticos. Y
resulta que DG CVn rota treinta veces más deprisa que el Sol. Cuando
éste era joven, también rotaba más deprisa, y es muy posible que en
aquél tiempo fuera capaz de generar superllamaradas como la observada
ahora por los astrónomos. Afortunadamente, nuestro Sol ya no está en condiciones de hacer una cosa así.
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