El investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, Svante Pääbo, con la colaboración de decenas de científicos de todo el mundo presentó en octubre la culminación de su proyecto más ambicioso: la secuenciación del genoma del hombre de Neandertal. Descubrió algo asombroso: un 2% de nuestra genoma proviene de esta especie. Todos los seres humanos, excepto los africanos, llevamos estos genes. Esto implica un cruce entre neandertales y humanos.
Y por otra parte una investigación genética en 2.000 personas de todo el mundo sugiere que la especie humana y los neandertales se cruzaron dos veces
Los neandertales pueden seguir entre nosotros, por lo menos en nuestro genoma. Una nueva investigación genética que ha contado con la participación de 2.000 personas de todo el mundo indica que esta familia humana se cruzó con los ancestros de los humanos modernos por lo menos dos veces. La consecuencia es que por nuestras venas puede correr sangre neandertal.
De confirmarse, este estudio, presentado en el encuentro anual de la Asociación Americana de Antropología Física celebrada en Alburquerque (Nuevo México) y publicado en la edición online de la revista Nature, puede cambiar algunos importantes aspectos de nuestra historia evolutiva. Hasta ahora, se ha dado por hecho que los neandertales desaparecieron del registro fósil hace unos 30.000 años. «Pero no lo hicieron por completo», asegura Jeffrey Long, antropólogo genetista de la Universidad de Nuevo México, responsable de la investigación. De esta forma, casi todos los humanos llevamos encima «algo» de neandertal.
Los investigadores estudiaron los datos genéticos de 1983 personas procedentes de África, Europa, Asia, Oceanía y América. En concreto, se fijaron en 600 posiciones microsatélite, secciones del genoma que pueden usarse como huellas dactilares y, a partir de ahí, crearon un árbol evolutivo. De esta forma, los investigadores sugieren que se produjeron dos cruces entre los humanos y una especie arcaica, como el Homo neanderthalensis o el Homo heidelbergensis. La primera relación tuvo lugar hace 60.000 años en el Mediterráneo Oriental. La segunda, hace 45.000, en Asia oriental.
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