martes, 2 de junio de 2015

CHINA A FAVOR DE ALIMENTOS TRANGÉNICOS

Perseguidos por la polémica actual en gran parte del mundo, los alimentos transgénicos han encontrado en el Gobierno de China, el país que más bocas tiene que alimentar del mundo, un fuerte aliado que está decidido a abonar su cultivo.

Tras regar con millones de yuanes (moneda china) la investigación sobre transgénicos durante años, Pekín se ha lanzado ahora a divulgar estos cultivos entre su reacia población, con el objetivo de preparar el terreno para una comercialización a gran escala.
Para China, una producción agrícola sólida no es solamente un asunto económico, es sociopolítico. La dependencia de la importación de comida es vista como un enorme riesgo para su soberanía.
El gigante asiático tiene que sustentar al 22 % de la población mundial con sólo el 7 % de la superficie cultivable del planeta, aunque sus dirigentes también miran a los transgénicos con buenos ojos por otras razones.
Los organismos modificados genéticamente (OMG) representan una nueva tecnología, pero también una nueva industria, y tienen amplias perspectivas de desarrollo.
Las autoridades chinas ven los cultivos transgénicos como una oportunidad de negocio, como un sector en el que, dadas las restricciones que han impuesto hasta ahora, su mercado doméstico está prácticamente virgen.
China sólo permite la plantación para fines comerciales de algodón y papaya modificados genéticamente, mientras que importa soja principalmente brasileña, de la que es el mayor comprador, colza y maíz transgénicos.
Si bien el resto de cultivos transgénicos han estado prohibidos hasta ahora, el gran negocio estará en el arroz, sobre el que los científicos chinos investigan desde hace años, el plato que nunca falta en la mesa en dicho país.
La biotecnología agrícola fue designada como uno de los sectores de importancia estratégica en el Plan Quinquenal 2011-2015 y el objetivo de Pekín es que en 2020 el número de patentes de semillas triplique al de 2013.
Además, se ha puesto en marcha un plan de concentración empresarial que, entre 2011 y 2013, ya ha reducido el número de compañías nacionales de 8.700 a 5.200.
Todos esos proyectos chocan con una barrera: la reticencia de la población a consumir alimentos transgénicos.
Mientras la Unión Europea da luz verde a los países comunitarios para restringir o prohibir los cultivos transgénicos, la potencia asiática, en cambio, está resuelta a fertilizar el terreno para que, cuando autorice su uso comercial, éstos sean una obra de ingeniería genética “Made in China”. 

Webgrafía: Nanduti.com

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