martes, 2 de diciembre de 2014

EL ENTIERRO DE LOS SEIS VAMPIROS POLACOS


Fueron sepultados hace 400 años con una hoz sobre el cuello o una roca en la boca para evitar que volvieran a la vida
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La ignorancia y el miedo son dos ingredientes que crean juntos más monstruos de los que en realidad huyen. En Polonia, durante los siglos XVII y XVIII, las gentes llevaban a cabo rituales funerarios para alejar al diablo y librarse de su influencia maligna.













Los cuerpos de aquellos difuntos que corrían el riesgo de convertirse en vampiros por una variedad de razones, algunas tan peregrinas como un defecto físico, recibían un tratamiento específico de lo más grotesco.

Las excavaciones en el cementerio de Drawsko, en el noroeste del país, han sacado a la luz seis tumbas cuyos ocupantes portaban alguna sorpresa: una hoz sobre la garganta para rebanársela en caso de que el sepultado volviera a la vida o una gran piedra en la boca para que se atragantara si pretendía respirar de nuevo o morder a alguien. Se trataban de un hombre adulto, una adolescente, tres mujeres adultas y un joven de sexo desconocido. Ni la edad ni el sexo eran un impedimento para esas prácticas.

Epidemia de cólera La idea del vampiro o del no muerto tiene una larga historia. En el Este de Europa, el término proviene de «resucitado» y surgió alrededor del siglo XI, aunque el mito probablemente nació mucho antes entre los antiguos griegos y romanos. En el folklore polaco, se trata de un espíritu turbio que vuelve a la vida después de muerto para dañar a los vivos.


En sus leyendas, las almas dejan el cuerpo y continúan habitando este mundo durante cuarenta días después de la muerte. Sin embargo, una pequeña parte de esas almas son peligrosas y pueden convertirse en vampiros. Generalmente, se trata de pobres desgraciados que fueron marginados en vida por tener una apariencia física distinta, practicar la brujería, no haber sido bautizado tras el nacimiento, suicidarse o haber muerto los primeros en una epidemia.

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